jueves, 27 de marzo de 2008

Concierto de Chuck Berry, 26/03/2008 - Auditori de Castelló

Decía John Lennon que si el rock and roll no se llamara rock and roll, se tendría que llamar Chuck Berry. Y si lo decía Lennon, por algo sería, ¿no?

Berry es, junto con Elvis, Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran, Buddy Holly y otros, uno de los padres del rock, precursor de lo que ahora llamamos guitar heroes, y uno de los pocos de esa gran generación que aún sigue con vida. Y de los pocos supervivientes, es de los afortunados que aún conservan la suficiente salud como para permitirse realizar giras mundiales. A sus 81 añazos. ¡¡¡81!!! Si hace meses decía que a los 62 años quería ser como John Fogerty, con 81 quiero ser como Chuck Berry, sí señor.

Ayer tuve la enorme suerte de poder verle en concierto en Castellón (¡gracias Laur@ por conseguirme las entradas!). La verdad es que me esperaba menos de lo que ví, ya que antes del concierto repasé algunos vídeos de Berry colgados en YouTube y crónicas de sus últimos espectáculos y no me daban buenos augurios: que si se desafinaba con la guitarra, que si tenía que sentarse entre canción y canción, que si tocaba muy poco rato, etc. Pero ayer -casi- nada de eso sucedió. No salí defraudado en absoluto, más bien al contrario.


El espectáculo comenzó con "Roll over Beethoven", "School days" y "Sweet little sixteen". Un trío de ases, vamos. De entrada, sorprende que con 81 años toque su Gibson con la soltura con que lo hace para tener su edad, sinceramente. De vez en cuando se le cuela algún pequeño error, algún acorde fuera de tono, pero son fallos perdonables. Berry acompaña pasajes de sus temas con gestos, de vez en cuando se acerca al pianista, un chaval noruego de veintipocos años realmente muy bueno con las teclas, otras -las menos- al resto de banda, y presenta las canciones en un inglés sureño difícil de pillar por mí. Cuando el guitarra hace un largo solo, Chuck reclama insitentemente que el foco se dirija a su compañero de banda y no a él mismo, del mismo modo que pide que aplaudamos al pianista cuando termina un solo. Gestos de generosidad de toda una leyenda.

Tras esos temas se marca el blues "It hurts me too" que también popularizó en su día el gran Elmore James. Berry deja que tanto el guitarrista (un tipo con una Strato bastante estático, por cierto) y el pianista (repito, un crack) tengan sus respectivos solos. Después vuelven a caer más clásicos de los que no recuerdo el orden concreto, como "You never can tell", en el que Berry hace el solo de piano con su guitarra de forma ciertamente lograda, "Memphis Tennesse" o "Reelin' and rockin'". En algún solo del pianista o del guitarra aprovecha para apoyarse en un ampli, secarse el sudor y echar un trago. En otro momento se pone la guitarra en un hombro y la toca de forma parecida a un violín, y en otro me vienen a la mente los Scorpions cuando se pone entre el bajista y el guitarrista y los tres se mueven rítmicamente con la música. Si se llega a subir como aquellos sobre las rodillas de sus músicos, me caigo del palco...


Al interpretar "My ding-a-ling", acompaña la cachonda letra con numerosos gestos que la hacen más entendible a los que no aprendimos inglés en Opening. Y cuando ataca las notas del archi-mega-ultra clásico "Johnny B. Goode" (como diría Marty McFly, "se trata de un riff en si, vigilad los cambios y no os perdáis"), la gente se anima aún más, aplaude y gritamos todos el mítico estribillo "go Johnny go", alcanzando el clímax cuando hace su típico andar del pato durante el solo. Solo por eso ya vale la pena la asistencia.

En el largo tema final "House lights", sucede algo gracioso: pide a los miembros de seguridad que le suban algunas chicas al escenario. En la primera fila, unos fans lo malinterpretan y se suben al escenario haciéndole gestos de alabanza, momento en que un miembro de la organización los invita a bajar amablemente, y justo después se dedica a recoger chicas y no tan chicas y a subirlas con Berry. El concierto acaba con las chicas (y un par de críos de unos 8 años) bailando en la tarima mientras Berry abandona el escenario por donde vino, tocando los acordes finales del tema fuera de la vista del público. Curioso cuanto menos. Luego el guitarrista presenta a la banda y bye bye. A pesar de la ovación, los "we want more" y los pitos de la gente, Berry no vuelve.

Atrás queda casi 1 hora de concierto, nada mal para alguien de 81 años, repito, que me deja un buen sabor de boca, mucho mejor de lo que esperaba, y sobretodo no empaña la imagen de mito rockero que tenía de Chuck Berry.


Salu2, Paco.
P.D.: La foto no tiene calidad pero es lo que hay, ya que no dejaban entrar cámaras y mi móvil no tiene chorrocientos megapíxeles...

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